martes, 5 de agosto de 2008

Día 6 en China



Este día lo dedique a recorrer por la mañana el Templo del Cielo, que es un complejo de edificios en los que el emperador acudía al menos una vez al año para rogar por las buenas cosechas, agradecer al cielo la fertilidad de la tierra y realizaba sacrificios, pues hasta hoy en día la actividad económica preponderante de china ha sido la agrícola (actualmente existen 800 millones de campesinos) y claro que el sector alimenticio contaba con notable importancia en la época imperial (debe recordarse que china ha sido autosuficiente y su desarrollo económico y cultural se dio sin influencia exterior alguna) de ahí que el emperador de la dinastía reinante acudía a orar por las buenas cosechas, siendo el monumento mas importante el edificio redondo con triple tejado (templo de las rogativas) que representa la autentica arquitectura de la china imperial y que es para los chinos lo que para los franceses es la torre Eiffel, el Big Ben para los ingleses, o la Estatua de la libertad para los norteamericanos. El templo del cielo tiene una vasta extensión, y al igual que la ciudad prohibida (residencia de los emperadores) el pueblo no podía ingresar a él, no lo conocían, era un lugar destinado exclusivamente para que el emperador y orara, e incluso realizaba todo un ritual en el que se cambiaba de atuendos para diversas épocas del año, así como para visitar templos y monumentos que ahí se encuentran, dicho complejo se encuentra amurallado y en su interior los templos también se encuentran protegidos con grandes paredes, ello probablemente al temor de los emperadores de ser asesinados por sus enemigos políticos o bien por invasiones de reinos extranjeros que pudieran poner en riesgo la “soberanía” de la china imperial.

El palacio de verano es en extensión, mas grande que la ciudad prohibida, en su interior, además de los templos (lugares dedicados a la música, al ritual, a la oración, etc.) y monumentos, pude encontrar hermosos jardines, tal y como solamente los chinos pueden hacerlo, ornamentados con flores, colinas, arroyos y puentes, en verdad que esos emperadores superaban en mucho a los monarcas europeos de la ilustración, y quiero llegar a pensar que incluso a los zares rusos (que eso es decir mucho).

El lugar me produjo un estado de relajación total, las piernas ya no me respondían, pero la armonía que me representó estar en ese lugar con tan finos y adornados jardines hizo que “olvidara” el cansancio físico y diera rienda suelta a la exaltación que en ese momento reflejaba mi espíritu, el calor? Insoportable como siempre, pero que mas da, escuchar la música ambiental tradicional china, esa que lleva a uno a la meditación, rodeados de verdes praderas finamente decoradas, con flores y árboles de colores intensos, con rios y puentes de sueño, pues claro que el calor no existía, y el sol?, pues tampoco me fastidió por que como buen viajero seguí la máxima de que se debe seguir en lugares remotos: “al lugar que fueres hacer lo que vieres” me compré un paraguas (como todo mundo lo usaba) y ahí entendí por que los chinos inventaron el paraguas, y cómo no? con el sol radiante a todo su esplendor que se siente en china, y también entendí el por qué de esos hermosos abanicos, el calor es realmente terrible.

Al finalizar el recorrido por el templo del cielo (nombre que uno de los emperadores le dio a ese lugar sagrado) decidí caminar y perderme por la calles de Beijing, afortunadamente me topé con un Hutong (barrio chino antiguo) y sin seguir una ruta fija deambulé por sus estrechas callejuelas (imagínense un San Miguel de Allende chino) en ese hutong (que era bastante grande) percibí lo que vemos en las películas chinas: antiguas tiendas pequeñas con las típicas lámparas rojas, ancianos en bicicletas más viejas que sus conductores, típicas tiendas de antigüedades chinas, viejecitas regando sus plantas, otras más comprando fruta al chinito que lleva dos canastas chinas unidas por un palo que pasa por encima de su cuello y con el típico sobrero chino, otros chinitos más jugando cartas, un par de chinitos sin camisa sentados en el portal de su casa y amarrado a las patas de las sillas un raro ejemplar de algo así como iguana, cinco grillos encerrados en una especie de jaula de mimbre, algo realmente interesante y que ahora me es difícil recrear esos momentos, por que son un cúmulo de sensaciones que a cada instante acontecen, no pasaban 15 metros cuando me encontraba con una escena propia de fotografía artística, y yo, como “japonesito” tomando fotos a diestra y siniestra, probando toda especie de comida que se vende en la calle, así como frutos raros que nunca había visto, deleitándome con la típica vida china, lo que para cualquier mortal que viva del otro lado del mundo son escenas que se llevan grabadas siempre.

¿Por qué? quizás por que la simple cotidianeidad de china es distinta a la nuestra. Como era costumbre de mi estomago, comencé a tener buen apetito, así es que busqué un restaurante dentro del Hutong, y di con uno que mas bien parecía fonda, pero totalmente familiar, ¿la comida? La mejor que hasta ese momento había probado en china, ¿cómo pedí la comida?, como siempre a señas y enseñando a los dueños del lugar la frase en chino de mi libro ¿cuáles son las especialidades? nuevamente risas, un tormento para que los miembros de la familia sugirieran la especialidad, encantada la familia conmigo, pues en momentos me llegué a sentir rarito ya que pareciera que nunca habían visto a alguna persona que no fuera chino, les dije que era de México (moshigo ren) y se desvivían por preguntarme cosas (por medio de mi libro) si tenia familia, como me llamaba, cuantos años tenia, que pensaba de china, etc, es decir, con las limitaciones propias de mi libro de frases, en tanto mientras los anfitriones se desvivían por darme el mejor trato y sugerirme algún platillo me tuve que tomar dos cervezas tsingtao de 600 ml. cada una, al final decidieron dejarme comer por que tenia una hora tratando de platicar con ellos y todo en un ámbito de cordialidad y risas de ambas partes.

No cabe duda que el pueblo chino es un excelente anfitrión, siempre encontré sonrisas a mi paso, nunca me sentí solo o menospreciado, creo también que la mayoría del turismo extranjero que viaja a china es europeo o anglosajón, y existe una diferencia notable en el carácter y personalidad de un mexicano y un europeo, pues para echar relajo nos pintamos solos, al final compartimos teléfonos y direcciones (en chino) ya que no tenían e-mail, no importa si nunca más nos veremos, lo que nos importó a ambos fue el momento, el encuentro de dos formas distintas, pero no diferentes, de vivir.

En la noche fui a visitar la plaza Tiananmen, pues quería verla con sus luces espectaculares, para mi desgracia con motivo de los juegos olímpicos se encontraba restringido su acceso, pero finalmente puede verla “a lo lejos” y me quedé con una buena impresión, pues es impresionante la vista que se tiene de ella en la noche.

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